El futuro en sus ojos by Sergio Sánchez-Quiu

El futuro en sus ojos by Sergio Sánchez-Quiu

autor:Sergio Sánchez-Quiu
La lengua: eng
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2018-11-19T00:00:00+00:00


xii

En Barcelona ciudad,

a domingo 14 de noviembre de 1926

Margarida ascendía bien temprano, como cada domingo, por la empinada calle Muntaner en dirección al cementerio. Cuando llegó al puente del cruce con el ferrocarril de Sarrià, se detuvo para coger aire. Justo a mitad del puente que superaba la zanja por donde discurrían las vías, se erigía un templete con forma de arco que protegía las taquillas de la intemperie y al que nunca había prestado demasiada atención. De su interior arrancaban dos escaleras, una a cada lado, que descendían hasta los andenes. En la parte superior del templete se anunciaba, en grandes letras rojas, que aquel era el apeadero de Muntaner, y mediante flechas se indicaba qué escalera seguir dependiendo de si el viajero quería ir a Barcelona o a Sarrià. Entonces no había nadie esperando para comprar el pasaje. Margarida se asomó curiosa al templete y se topó con la sonrisa mellada del taquillero. Le devolvió la sonrisa mientras negaba con la cabeza, haciéndole entender que no iba a coger el tren. Sobrepasó el extraño cobijo y se sentó para descansar en el murete de la verja que rodeaba toda la zanja que protegía a los transeúntes de posibles caídas a las vías.

Ya había pasado una semana desde el encuentro con Matías en el Park Güell y no había vuelto a tener noticias de él. Durante ese tiempo, había estado dándole vueltas a todo lo que le explicó aquel día y, a pesar de que en un principio pensaba que su discurso tenía sentido, no podía evitar especular con que era posible que lo hubiese inventado todo para confundir sus sospechas. Cada hora que pasaba aumentaba la sensación de desamparo que sentía. Si no sabía nada de él durante los próximos días, iría en su busca. Pero ¿dónde? De nuevo había descuidado preguntarle en qué lugar localizarlo si lo necesitaba, y él le había dejado claro que daría con ella cuando fuese necesario. Suspiró contrariada y se puso en pie. Observó las vías, que se alejaban adentrándose en las entrañas de Barcelona, e imaginó que subía a un tren y volvía a su tierra, junto a los suyos.

Justo cuando se iba a poner de nuevo en marcha, sintió una mano posarse en su hombro y se giró sobresaltada.

—Soy yo.

—¡Matías! —exclamó Margarida con una mano en el pecho—. ¡Qué susto me has dado!

—Lo siento.

Margarida se dio cuenta de que Matías observaba intranquilo el entorno. Parecía temer posibles miradas indiscretas o algo parecido. Esa sensación la inquietó.

—¿Ocurre algo?

—No, nada. Iba usted camino al cementerio, ¿no?

—Sí.

—Acerquémonos en tren. Le regalo el billete.

Sin esperar respuesta, Matías la agarró del brazo y la dirigió con suavidad hacia el templete mientras seguía observando los alrededores.

—Pero puedo ir andando como siempre.

—En el tren se ahorra un kilómetro como poco y podremos hablar más tranquilos.

A Margarida le dio un vuelco el corazón al imaginar que Matías había averiguado alguna cosa importante y se dejó guiar.

—¡Estos hombres tan impuntuales! —exclamó el taquillero, exagerando enfado cuando la vio entrar acompañada de Matías—.



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